Una expedición a los confines de la presa bao: secretos y desafíos bajo el sol de Santiago
Una expedición a los confines de la presa Bao: secretos y desafíos bajo el sol de Santiago
¡Bienvenidos, intrépidos viajeros, a otra de nuestras emocionantes aventuras! Soy Obal urena sosa, y si eres de los que, como yo, mira al horizonte preguntándose qué misterios se ocultan más allá, has llegado al lugar correcto. Desde hace seis años, me he dedicado a recorrer los rincones de mi amada República Dominicana, descubriendo no solo su belleza, sino también las problemáticas que, como nación, debemos enfrentar. En esta ocasión, nuestra travesía nos lleva a un punto neurálgico para Santiago y, me atrevo a decir, para el país entero.
Nuestra misión era clara: alcanzar la enigmática isla de Pingo, conocida por pocos como Botoncillo. Este lugar, una isla en medio de la presa, ha sido un objetivo esquivo. Pero antes de eso, nos adentramos en los dominios de la corporación hidroeléctrica, un gigante de la ingeniería cuyo pulso energético late con la fuerza del agua embalsada.
Un encuentro inesperado y una plataforma flotante
El plan inicial se vio desafiado por una barrera humana. Tras varios intentos de comunicación con un vigilante, la desinformación inicial nos hizo pensar que el acceso estaba negado. Con la experiencia de la visita a Monción aún fresca en la memoria, el desánimo comenzó a asomar. Sin embargo, nuestra perseverancia fue recompensada. Después de unos minutos, un pequeño barco se acercó a nosotros. Un mensaje claro, una llamada de confirmación, y de repente, el "no" se transformó en un "sí". La puerta a una nueva faceta de la presa se abría ante nosotros.
Nos embarcamos hacia una plataforma flotante, una granja piscícola que desafía las leyes del equilibrio en el corazón mismo del embalse. Mi asombro fue mayúsculo. Era mi primera vez visitando un proyecto de esta magnitud, donde la cría de peces se realiza en un entorno cerrado dentro de la presa. Todo un sistema de flotadores y estructuras que dan vida a una comunidad de tilapias, alimentadas con una precisión de relojero, cada hora.
Pero la visita no solo fue un espectáculo de ingeniería y vida acuática. Nos confrontó con una dura realidad: la contaminación. La basura que observamos flotando alrededor es un claro recordatorio de que los ríos no son vertederos. Es un problema que hemos visto en Janico y otras comunidades cercanas, un ciclo de descuido que afecta directamente a estos peces, que, aunque destinados al consumo, sufren las consecuencias de nuestras acciones. Si te acercas lo suficiente, puedes ver las señales de cómo la polución amenaza este ecosistema. El agua residual, los desechos, todo tiene un impacto.
De la aventura al activismo: un llamado a la conciencia
A medida que avanzábamos, mi compañero Randy, de Rincón RD, se sumergió en una entrevista con los encargados del proyecto. Mientras él escuchaba sus historias, mi mente no podía dejar de reflexionar. La vida es una aventura constante, y cada día es una oportunidad para aprender. La información, especialmente la que concierne a nuestro medio ambiente, no puede ser un lujo exclusivo para unos pocos. Debe ser una herramienta al alcance de todos.
Es esta convicción la que me ha impulsado a convertirme en un activista. Sé que a veces se nos etiqueta con nombres como "socialista" o "comunista" por alzar la voz contra la dejadez, pero mi único objetivo es la protección de lo que es nuestro. Lo que tenemos en la República Dominicana es único, y es nuestro deber cuidarlo.
Nuestro recorrido nos llevó a un punto de vista desalentador: el vertedero a cielo abierto de Sabana Iglesia. Ubicado, según los mapas de Google, justo encima del acueducto. Es una bomba de tiempo, una crítica constructiva a la falta de voluntad política para clausurar estos focos de contaminación y reemplazarlos con soluciones modernas, como los rellenos sanitarios. Con cada lluvia, cada crecida del río, la basura se convierte en un caudal de polución que amenaza el agua que bebemos.
La isla de Pingo, un sueño abandonado y una promesa
La expedición continuó, pero el tiempo y las nubes nos jugaron una mala pasada. El anhelado viaje a la isla de Pingo quedó pospuesto para otra ocasión. Sin embargo, en el camino, encontramos vestigios de un pasado más vibrante: un restaurante abandonado. Las historias que se susurran sobre él son muchas, pero la vista del lugar, con sus neveras y estructuras olvidadas, es un testimonio de un sueño que se desvaneció. Es un lienzo en el que la naturaleza y el olvido han pintado su propia historia.
La jornada terminó con un refrescante chapuzón y una conversación con los lugareños. De ellos obtuvimos información invaluable, historias de resistencia y heroísmo que se han forjado en la tierra de San Ignacio de Sabaneta y que, en un futuro cercano, les contaré con más detalle.
La próxima vez, prometo llevarlos a la isla de Pingo y presentarles a una familia que simboliza la resistencia de este lugar. Pero para eso, necesitamos su ayuda.
Si este video alcanza un buen número de me gusta y vistas, publicaré de inmediato la segunda parte de esta emocionante travesía.
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